En su clásico libro Historia de los heterodoxos españoles, Menéndez Pelayo afirma que en España se dio una prerreforma impulsada por los Reyes Católicos y el cardenal Cisneros, antes de la Contrarreforma operada por el Concilio de Trento. Por ese motivo, no prendió de manera intensa la reforma luterana, aunque paradójicamente dicha prerreforma contribuyó a preparar el ambiente para que tuvieran éxito los postulados protestantes: en esa línea se sitúan el erasmismo y el alumbradismo, precedentes de reforma de Martín Lutero (131).
La reforma protestante encontró un buen caldo de cultivo en el erasmismo y alumbradismo españoles, especialmente en los ambientes cultos como en la Universidad de Alcalá de Henares y en la corte del emperador Carlos V. La corriente espiritual erasmista fue apoyada también por algunas familias de nobles y mecenas como el duque del Infantado y la familia de los Mendoza (132).
Erasmo da una clase a Carlos V niño, por E-J. Hamman
Los seguidores de Erasmo pretendían renovar la vida espiritual y ejercieron notable influencia en la primera mitad del siglo XVI; criticaban los abusos de la curia romana y deseaban llegar a un acuerdo con los protestantes alemanes. Privilegiaban la religiosidad interior y subrayaban la decadencia de las órdenes religiosas. El avance del erasmismo se frenó en España cuando la Inquisición interrogó en 1533 a Juan de Vergara, amigo personal de Erasmo y experto en lenguas clásicas.
Por su parte, el alumbradismo fue una doctrina pseudomística basada en una peculiar iluminación interior que según sus defensores proviene directamente de Dios, al margen de la Iglesia, facilitando la perfección y las revelaciones particulares. Isabel de la Cruz, terciaria franciscana de ascendencia judía es considerada madre espiritual de los alumbrados, entre los que se encuentran Rodrigo de Bivar y Alcaraz. Predicaba la doctrina del dexamiento interior en manos de Dios (133). Posteriormente tuvo entre sus seguidores a las monjas del Convento de San Plácido de Madrid; fundado en 1623 por Doña Teresa de la Cerda y Valle, que fue su priora, el monasterio asumió los postulados del alumbradismo. En 1630 se les condenó y se dispersó a las monjas (134).
Menéndez Pelayo considera el alumbradismo como un cáncer del misticismo y lo describe como un estado de religiosidad exaltado, autárquico e individualista frente a las normas oficiales. Gregorio Marañón define al alumbradismo como un misticismo de torpe calidad. Esta corriente espiritual se extendió en Toledo, Guadalajara, Escalona, Cifuentes, Pastrana, Medina del Campo, Salamanca, etc. También existieron relaciones entre los alumbrados y el movimiento de los comuneros y agermanados, por su común milenarismo, que prendió positivamente y favoreció la expansión posterior del luteranismo (135).
A pesar de las prohibiciones de la Inquisición y el Edicto contra los alumbrados de 1525, los libros luteranos circularon por España. En 1540 la Inquisición elaboró su primer Índice de libros prohibidos; sin embargo, en Amberes se editaron muchos libros luteranos que de hecho llegaron al mercado español. En la península ibérica tardó en penetrar la reforma porque la comunicación entre las ciudades no era muy fluida y la difusión de la imprenta fue paulatina; además se dio un rechazo popular a todo lo heterodoxo. La localización de focos de protestantismo en Valladolid y Sevilla a mediados del siglo XVI supuso una desagradable sorpresa para las autoridades civiles y religiosas españolas (136).
El 23 de septiembre de 1525 se publicó un edicto con 48 proposiciones erróneas defendidas por los protestantes. Entre 1558 y 1560 se celebraron diversos autos de fe que erradicaron el protestantismo de España. Fueron ajusticiados en hoguera un total de 78 acusados en Valladolid y 52 en Sevilla. Según Henry Kamen, un total de 200 personas fueron encausadas por la Inquisición por entonces acusados de defender doctrinas protestantes (137).
Carlos V, ya retirado en Yuste, recibió una carta de Fernando de Valdés, inquisidor general y arzobispo de Sevilla, fechada el 2 de junio de 1558, informándole de la existencia de un núcleo luterano en Valladolid. Dos meses más tarde, se había encarcelado a parte de los sospechosos de herejía.
Una de las primeras actuaciones del tribunal de la Inquisición se había concretado en la detención de María Cazalla acusada de luteranismo, alumbradismo y erasmismo. De familia judeoconversa por parte de padre y madre, propugnaba el deseo de alcanzar la perfección cristiana a través del amor puro. Fue sometida al tormento; su proceso se prolongó hasta 1534, año en que tuvo que mostrar su arrepentimiento en público y fue multada con 100 ducados de oro por sus errores (138) .
El 21 de mayo de 1559 se celebró el primer auto de fe para administrar las penas a los luteranos de Valladolid. Estuvo presente la Princesa Gobernadora Doña Juana y el príncipe Don Carlos. El veredicto del tribunal fue el siguiente:
- Doctor Agustín de Cazalla, degradación del estado clerical y relajación al brazo secular para aplicar condena a muerte.
- Doña Beatriz de Vivero, hermana de Cazalla, confiscación de bienes y relajada al brazo secular.
- Juan de Vivero, hermano de Agustín y Beatriz, confiscación de bienes y sambenito perpetuo.
- Constanza de Vivero, hermana de Cazalla, confiscación de bienes.
- Doña Leonor de Vivero, madre de los hermanos Cazalla, ya difunta, fue desenterrada y quemados sus huesos.
- Doña Francisca de Zúñiga, hija del licenciado Francisco de Baeza, cárcel y sambenito perpetuo.
- Don Pedro de Sarmiento, comendador de Alcántara, cárcel perpetua y sambenito.
- Doña Mencía de Figueroa, esposa de Pedro Sarmiento, la misma pena que su marido.
- Doña Ana Enríquez, hija de los marqueses de Alcañices y esposa de Don Juan Alonso Fonseca, sambenito, ayunos y cárcel.
- Don Juan de Ulloa y Pereyra, comendador de San Juan, confiscación de bienes y de hábito, con sambenito perpetuo.
- Doña Juana de Silva, esposa de Juan de Vivero, confiscación de bienes, cárcel y sambenito.
- Juan García, platero de Valladolid, fue condenado a muerte por impenitente.
- Antón Asel, borgoñón, paje del marqués de Poza, sambenito perpetuo.
- Cristóbal del Campo, vecino de Zamora, relajado al brazo secular bajo pena de muerte.
- Leonor de Toro, también vecina de Zamora, confiscación de bienes, sambenito y cárcel perpetua.
- Gabriel de la Cuadra, las mismas penas que la anterior.
Además de los indicados, ocho reos más fueron condenados a garrote y sus cuerpos reducidos a cenizas: Cristóbal de Padilla, vecino de Zamora; Licenciado Herrezuelo, vecino de Toro y contumaz (139); Catalina Román, Isabel de Estrada y Juana Velázquez, vecinas de Pedrosa; Catalina Ortega, vecina de Valladolid e hija del fiscal Hernando Díaz y esposa del capitán Loaysa; Licenciado Herrero, vecino de Peñaranda de Duero y el judaizante portugués Gonzalo Váez.
El 8 de octubre de 1559 se celebró otro auto de fe en Valladolid. Fue presidido por Felipe II y contó también con la presencia de Doña Juana y el infante Don Carlos. Tres acusados fueron relajados (condenados a muerte) por impenitentes: Don Carlos del Seso, Fray Domingo de Rojas y Juan Sánchez, antiguo criado de Pedro de Cazalla. Otras penas diversas fueron aplicadas a:
- Doña Eufrosinia Rios, doña Catalina de Reinoso, Doña María de Miranda, Doña Margarita Santiesteban, Doña Francisca de Zúñiga, Doña Felipa de Heredia y Doña Catalina de Alcaráz, monjas del convento de Belén.
- Doña Margarita de Guevara, parienta del Obispo de Mondoñedo.
- Doña Isabel de Castilla, esposa y discípula de Carlos del Seso.
- Doña Catalina de Castilla, sobrina de la anterior.
El otro núcleo del protestantismo en España fue la cosmopolita ciudad de Sevilla. Entre los iniciadores del luteranismo hispalense figura Don Rodrigo de Valer; debido a su doctrina sobre la justificación se le confiscó parte de su cuantiosa fortuna. Otros cualificados seguidores de Lutero fueron: el Doctor Egidio, magistral del cabildo catedralicio; el Doctor Constantino Ponce, seguidor de Egidio, que murió tras dos años de cárcel; Don Juan Ponce de León, hijo del conde de Bailén.
En la capital sevillana se celebraron dos autos de fe; el primero el 24 de septiembre de 1559, en el que se condenó a la hoguera a Doña Isabel de Baena, en cuya casa se reunían los seguidores de Lutero; fueron condenadas a garrote, Doña María Bohórquez, Doña María Coronel y Doña María de Virués. El segundo auto de fe tuvo lugar tuvo lugar el 22 de diciembre de 1560. Sufrieron pena de hoguera: Doña Ana de Ribera, viuda; Doña Francisca Ruiz, casada; Doña Francisca Chaves, monja de Santa Isabel y Doña Leonor Núñez y tres de sus hijas (140).